¡Gracias Costa Rica!
- Dora Valdez
- 27 ago 2018
- 3 Min. de lectura
Llevar el cuerpo al límite, traspasar miedos, probar comida diferente, convivir con otra gente, esto y más en mi aventura por Costa Rica.
Gracias a la parte dentro de mi que dice “sí hagámoslo”, me aventuré a realizar este viaje disfrazado de “retiro de yoga”. Afortunadamente nunca pregunté los detalles del viaje, porque de saberlos, ni de chiste me aventaba. Hay que tomar 3 vuelos (uno de ellos en avioneta de 12 plazas), y otros 40 min de terracería para internarse en la selva y llegar a Encanta la Vida, el hotel donde viví unos días, la zona se llama Cabo Mata Palo en Costa Rica. En este lugar no hay electricidad tradicional, usan celdas solares para abastecer de energía a lo más básico que son los equipos de refrigeración para la comida, los focos de las cabañas y el restaurante. No hay aire acondicionado, solo uno o dos micro ventiladores en la cabecera de la cama (que creo que fue parte de lo que me provocó la gripa, ya que dormí con el cabello mojado y ventilador prendido, en este lugar nada se seca). Hay una hora menos que en el centro de México. Agosto es invierno para ellos. Su temperatura está entre 19 y 27C. Llueve diario y su rutina es bien diferente a la de la ciudad.
A las 4:30am parece como si hubiese junta en la selva y empiezan a hacer mucho ruido todos los animales, en especial los monos. Si viste la película Jurassic Park, esperarías que saliera un dinosaurio, pero cuando tienes la fortuna de verlos, son bien tiernos y no muy grandes, pero nos cuentan que son muy territoriales. Ese fue nuestro despertador, a esa hora amanece y todo se mueve, se siente que la tierra tiembla (nos dijeron que es común en esa zona), y el día arranca. Había fruta y té desde las 6:15am. Las clases de la AM comenzaban a las 7, regresábamos a desayunar como reynas a las 9:30, y nos íbamos corrido al tour del día (paseo a caballo, escalar el interior de un árbol, rapel en cascada, tirolesa). Regresábamos hambrientas a comer, hacíamos digestión un ratito y luego a las 5pm la segunda clase de yoga, y ya empezaba a obscurecer. La cena era entre 7 y 8pm, luego de la sobremesa, nos dormíamos entre 10 y 11 pm. El día mas tranquilo tocó clase de surf a las 6am (allá el mar es rocoso y grisáceo), una de las cosas que me aterraba con mayúsculas era meterme al mar y me revolcaran las olas, cosa que sucedió y no morí, solo sentía que estaría bien y que algo me sacaría del agua.
Experimenté de todo en este viaje: carcajadas, enojo, miedo, felicidad, llanto, gozo, asombro, gratitud. Conocí gente nueva y diferente. Probé alimentos que no sabía de su existencia, y platillos deliciosos con ingredientes muy simples que sabían a cielo, increíble como el sabor de la sandía, el jengibre, eran 10 veces mas intensos en este lugar.
Me desconecté de los millones de pendientes y responsabilidades que dejé en México. En todos los tours los guías decían una y otra vez: “frena despacio, no te aferres a la cuerda, escúchame, relájate, confía, todo está bien”. Su lema es “pura vida” y te lo dicen con una sonrisa en la cara y cuando les dices “gracias”, contestan “un placer”, se nota la sinceridad y humildad con la que hablan. Fueron días intensos, con poco descanso, llenos de emociones que sumaban a lo que ya traía en mi pecho (una compañera se golpeó fuerte en la cabeza y otra creímos que le habían raptado por una confusión), me enfermé de algo que parecía gripa, pero lo que mas sentía era inflamación en la garganta. Probé el té de jengibre más delicioso que he probado en toda mi vida, y me fui sintiendo mejor. Con todo y eso, con la incomodidad, el miedo, las varias ronchas por piquetes de insectos, agradezco haber dicho SÍ voy. Aún sigo procesando y acomodando la experiencia. Estos días fueron en resumen como 10 años de terapia.
¿Porqué comparto esta experiencia? Porque quiero invitarte a que salgamos de la comodidad, que recordemos quienes somos, que te nutras de otras mujeres, que te atrevas, que agarres fuerza para seguir adelante en la vida cotidiana. Hoy cuento con nuevas memorias, que me dicen las grandes cosas que puedo hacer cuando me rodeo de mujeres. Hoy cuento con nuevas amigas, y tengo mas lazos con las que ya conocía. Pero sobretodo cuento conmigo misma para lo que siga. ¡Gracias Costa Rica!
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